Por: Camila Castro
Durante décadas, la industria de la moda ha sido acusada de superficialidad. Se ha dicho que una cara bonita vende, que una silueta perfecta puede sostener una colección entera. Pero quienes trabajan dentro del oficio saben que eso es apenas la superficie. En realidad, una modelo no solo muestra una prenda: la interpreta. Su presencia, su gesto, su forma de caminar o incluso su silencio pueden transformar una pieza de tela en un manifiesto visual.
La prenda nace del diseñador, pero cobra sentido cuando alguien la habita. Es en la pasarela, ese espacio suspendido entre lo íntimo y lo público, donde una colección respira por primera vez. Cada modelo se convierte en un canal de interpretación. No solo lleva ropa, sino una emoción, una época, una identidad. Y esa conexión entre cuerpo y concepto define lo que entendemos por moda.
Por eso, cuando el British Fashion Council anunció que Anok Yai es la Model of the Year 2025, no solo celebró una carrera exitosa, sino una visión sobre lo que significa representar la moda en el presente. Nacida en Egipto y criada en Estados Unidos, Anok Yai ha redefinido el papel de la modelo moderna. Su presencia no se limita a la estética, es narrativa, simbólica y política. Su imagen combina fuerza y vulnerabilidad, elegancia y poder. En ella hay un eco de todas las mujeres que la precedieron y una proyección de las que vendrán.
Anok Yai no solo camina para las grandes casas como Balmain, Prada, Versace o Valentino. Da vida a una nueva forma de representación. Sabemos que la moda es una industria que durante años excluyó a tantos rostros y tonos de piel, su éxito es también una corrección histórica. No es casualidad que su aparición en el desfile de Prada en 2018, cuando abrió el show después de Naomi Campbell, haya sido considerada un momento de quiebre. Era el regreso de una modelo negra al centro de una pasarela que durante mucho tiempo había sido uniforme.
Pero más allá de la diversidad, Anok Yai representa algo más complejo: la capacidad de convertir la moda en emoción. Cada vez que aparece, sucede algo magnético. No porque la ropa brille más, sino porque su presencia cambia la lectura del diseño. Ella no solo muestra la colección, la interpreta, la hace suya y en ese gesto redefine el significado de la prenda para el espectador.
Esa es la verdadera magia de una modelo: su poder para traducir el lenguaje visual del diseñador en algo humano. La modelo no es el maniquí, es el medio. Y aunque muchas veces la industria ha intentado borrarlas detrás del concepto de “el creador” o “la marca”, la realidad es que su aporte sigue siendo esencial. Si un vestido puede pasar a la historia, es porque alguien supo darle una historia.
Los premios Model of the Year no solo reconocen popularidad, sino relevancia cultural. Premian a quienes con cada aparición logran expandir el significado de la moda. En el caso de Anok Yai, su triunfo también refleja una madurez del sistema: el reconocimiento de que la belleza no se trata de proporciones, sino de presencia.
En 2025, cuando la inteligencia artificial genera rostros y cuerpos perfectos en segundos, el valor de lo humano en la moda se vuelve aún más evidente. Lo que distingue a una modelo de una imagen digital es lo invisible: la energía y la forma en que transmite una historia sin pronunciar palabra. Las modelos no son solo rostros, son intérpretes. Y en un mundo saturado de imágenes, esa capacidad de hacer sentir, de transformar una prenda en una emoción, es lo que mantiene viva la esencia de la moda.


