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El impacto del consumo de agua en la era de la IA y las tendencias digitales

Por Andrés Rodríguez

En las últimas semanas, una tendencia ha marcado el mundo digital: la fusión entre el estilo de Studio Ghibli y la inteligencia artificial (IA). Los usuarios suben una foto y la IA la transforma en una animación con el característico estilo del famoso estudio japonés. Sin embargo, este fenómeno no solo ha generado entusiasmo, sino también preocupación. Diversos medios, como Infobae y estudios de la Universidad de California, han alertado sobre el alto consumo de agua que implica la generación de estas imágenes, ya que los servidores que procesan estas solicitudes requieren entre 2 y 4 litros de agua para su refrigeración. Considerando que se han creado más de un millón de imágenes en pocas semanas, el impacto ambiental es significativo.

Pero, ¿por qué hasta ahora nos estamos preocupando por el consumo de agua con la tecnología? El problema no es exclusivo de la IA. La realidad es que el agua se emplea en innumerables procesos de nuestra vida cotidiana y en industrias diversas. Por ejemplo, cargar un teléfono móvil requiere aproximadamente 250 mililitros de agua, y la producción de una sola camiseta de algodón demanda alrededor de 2,700 litros. A esto se suman nuestros hábitos diarios: una ducha de 15 minutos puede gastar hasta 150 litros de agua, y dejar luces encendidas en casa también contribuye al consumo de energía y recursos hídricos indirectamente.

El docente Carlos Ramírez enfatiza que no solo se trata de limitar la creación de imágenes con IA, sino de reflexionar sobre el uso de la energía y el agua en general. Una de sus propuestas es la eliminación de correos innecesarios y archivos en la nube, ya que estos también requieren infraestructura que consume agua para su mantenimiento. «Debemos hacer que nuestra huella hídrica sea justa», señala Ramírez, motivando a la sociedad a tomar medidas conscientes para reducir el desperdicio.

El docente de Argentina Nahuel Hollman destaca que la tecnología, tanto en software como en hardware, implica un consumo significativo de recursos naturales, incluyendo el agua. Desde una mirada pedagógica, insiste en que así como educamos sobre la reducción del consumo de agua en el hogar, también debemos enseñar sobre el impacto ambiental de la tecnología. «No se trata de rechazar la tecnología, sino de aprender a convivir con ella de manera sostenible», afirma. La educación para el consumo responsable de la tecnología debe llegar al aula y formar ciudadanos conscientes del impacto de sus decisiones digitales.

Este debate nos deja una reflexión clara: el consumo de agua proviene de múltiples sectores y no podemos responsabilizar exclusivamente a la IA. Debemos educarnos y adoptar un consumo sostenible, planteándonos preguntas como: ¿vale la pena hacer investigaciones innecesarias con IA? ¿Cómo podemos compensar nuestro impacto ambiental?

Ser actores de cambio implica no solo señalar problemas, sino también aportar soluciones. Acciones como plantar árboles, apoyar iniciativas ambientales y fomentar la economía circular pueden ayudar a reducir nuestro impacto. La tecnología no ha llegado para destruir el ambiente, sino para ser una aliada en la solución de problemas. Debemos aprovecharla de manera creativa y responsable, asegurando un equilibrio entre innovación y sostenibilidad.

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