Por Gabriela Rey
La participación de expresidentes en espacios de discusión pública es una oportunidad valiosa para analizar cómo se construyen los discursos sobre el Estado, la seguridad y el futuro nacional desde la experiencia del poder. En su más reciente intervención, Iván Duque Márquez compartió su visión sobre la situación del país, abordando temas como la seguridad, la estabilidad institucional y las amenazas externas que, en su lectura, condicionan el desarrollo de Colombia.
El expresidente planteó una defensa firme de la institucionalidad, destacando el papel de las Fuerzas Armadas y el compromiso del Estado frente a amenazas como el narcotráfico, el crimen transnacional y la influencia de regímenes autoritarios en la región. Su enfoque subraya la importancia de la soberanía y del orden constitucional como bases para la democracia, una postura que ha caracterizado su trayectoria política.
Sin embargo, su intervención también deja ver una visión estructurada desde una lógica de seguridad tradicional, donde la estabilidad del país se define principalmente en términos de control territorial, defensa nacional y gobernabilidad frente a actores externos. Este enfoque, aunque legítimo, puede resultar limitado si no se acompaña de una reflexión sobre los factores sociales y económicos que también inciden en la seguridad, como la desigualdad, la falta de acceso a servicios básicos o la exclusión de ciertas regiones.
Resulta importante considerar cómo este tipo de discursos contribuyen a consolidar ciertas narrativas estatales. Por ejemplo, la relación entre seguridad y desarrollo, o entre autoridad y legitimidad, son temas que requieren una mirada multidimensional. Un análisis completo debería integrar también elementos como los retos en la implementación de la paz, el fortalecimiento de la justicia, la participación ciudadana y la reconciliación social.
La intervención de Duque, más que cerrar una etapa, reabre debates pendientes sobre el rumbo que ha tomado Colombia y los desafíos que siguen vigentes. Su testimonio, más allá de su rol político, aporta elementos que permiten reflexionar sobre cómo se concibe el liderazgo, la seguridad y el papel del Estado en una democracia moderna. Este tipo de espacios no solo deben servir para escuchar, sino también para construir pensamiento colectivo.