Por Camila Castro
Hay bolsos valiosos, hay bolsos icónicos y luego está el bolso. Ese que no se repite, no se produce en masa, no cabe en una vitrina ni en una caja fuerte, ese que no se hereda como herencia, sino como legado; y ese bolso es el Original Birkin de Jane Birkin. El que lo empezó todo.
Antes de ser el epítome de la exclusividad, de la escasez, antes de listas de espera infinitas, antes de que la palabra «Birkin» representara estatus financiero, había una mujer en un avión y un bolso que no existía todavía. Jane Birkin, un vuelo de Air France en 1981, con su icónica canasta de mimbre desbordando papeles y desorden encantador, en un momento de honestidad le soltó a Jean-Louis Dumas, director artístico de Hermès, una queja convertida en profecía: “No existe un bolso grande, práctico y bonito para viajar”. Dumas, inspirado por el encanto de Jane, garabateó un diseño. Y así nació el Birkin.
Pero antes de que el Birkin se convirtiera en sinónimo de lujo silencioso, había uno solo. El primero, el que Hermès fabricó solo para ella. Ese Birkin primitivo, el original, que mezclaba detalles del sac Haut à Courroies con lo que Jane necesitaba: espacio y funcionalidad. Un bolso que no tenía aún el aura de “objeto de deseo”, sino algo mucho más valioso: alma.
Ese Birkin fue inseparable de Jane por casi una década, no vivía en una repisa de museo, sino que viajaba con ella, se rayaba, se arrastraba, se llenaba de memorias del mundo, se volvía testigo de su activismo. Era un manifiesto político en cuero, porque Jane nunca fue de vitrinas, Jane era de la calle, de los conciertos, de las luchas, del amor y su bolso también.
Ahora, casi 30 años después de que Jane lo donara a una subasta benéfica para la lucha contra el VIH, ese mismo Original Birkin será puesto a la venta en Sotheby’s, en la subasta Fashion Icons de París, entre el 26 de junio y el 10 de julio de 2025. No es solo una venta, es un acto histórico, un regreso, una oportunidad única e irrepetible de tener no un “Birkin”, sino el Birkin.
¿Por qué importa tanto? Porque en una era donde los objetos de lujo son más accesibles la rareza real ha migrado del precio al significado. Hoy, un Birkin nuevo es valioso por su construcción, por su marca, por su escasez, pero el de Jane tiene algo que ningún otro tiene: biografía, historia, piel (literal y simbólicamente) marcada por la vida.
Este bolso no tiene “patina”, tiene cicatrices y eso lo hace más valioso que cualquier edición limitada con diamantes. No es perfecto, es auténtico.
Las siete características únicas de este prototipo nunca se repitieron juntas en ningún otro Birkin comercializado, ninguno. El que hoy se subasta no es una edición especial, es el borrador original, el boceto hecho cuero, la pieza que nació de una necesidad y que, sin saberlo, inició una de las historias más fascinantes del diseño contemporáneo.
La pregunta, entonces, no es sólo en cuánto se venderá. Es qué estamos comprando cuando compramos este bolso, porque quien se lo lleve no adquiere un objeto, adquiere un testimonio, una narrativa, un capítulo crucial de la historia de la moda.
Y quizás, con suerte, también adquiera un poco de esa magia Jane: ese don para hacer que lo elegante sea descomplicado, que un bolso no sea solo un bolso, sino un manifiesto personal en movimiento, porque hay bolsos que te visten, y hay otros que cuentan quién eres. Este hizo ambas cosas.